Completamente mimetizado con el entorno
Allí donde Barcelona casi casi termina , entre Sant Pol de Mar y Calella de la Costa, unidas ambas poblaciones, la belleza y el feísmo, por un paseo sobre el mar y la impenitente vía férrea, hay una bendita y generosa roca que resiste bella a los envites del hombre.
Se llama Roca Grossa y ha sido persistentemente horadada por el "progreso". Volada para surcar un túnel y atravesarla con caballos de hierro, apuntalada por un muro sobre el que discurre la carretera y el susodicho paseo. Y Roca Grossa resiste, y resisten en ella las colonias de cormoranes y unas calas maravillosas de arena gruesa. Cormoranes que no se asustan de la presencia de bañistas a fuerza de compartir veranos juntos.
La roca da nombre a un grupo de calas. Un lugar idóneo para una jornada detox y relajante no lejos de la ciudad (50 kilómetros desde Barcelona), y que ha sabido preservar la belleza de una costa desangrada . Con el verdor de los pinos y la crudeza de los acantilados que bajan desde el parque natural del Montnegre, que hasta aquí se extiende y en el mar muere.